En un mundo donde el teatro musical a menudo compite por nuestra atención con fuegos artificiales, plataformas giratorias y ballets de drones, Maybe Happy Ending elige otro camino: uno más silencioso, más íntimo, más difícil de olvidar. Esta semana los invito a entrar en una habitación casi vacía en Seúl, donde dos robots abandonados —Oliver y Claire— descubren algo que ya parecía perdido: la posibilidad de sentir.
Este musical surcoreano, escrito por Will Aronson y Hue Park, no apuesta por el espectáculo grandilocuente, sino por la vulnerabilidad. Nos propone una historia mínima que, sin embargo, se vuelve inmensa en su resonancia emocional. ¿Qué pasa cuando dos máquinas diseñadas para asistir comienzan a desarrollar necesidades propias? ¿Qué nos dice eso de nuestras propias relaciones, de nuestras rutinas, de nuestras pequeñas formas de amar en medio del ruido?
Ganador del TONY 2025, Maybe Happy Ending puede parecer ciencia ficción, pero habla del presente. Del abandono. De la memoria. De esa pregunta inquietante que todos nos hemos hecho en algún momento: ¿estoy sintiendo… o simplemente repitiendo?
Esta semana en Intersecciones, nos animamos a pensar que lo más humano del teatro podría llegar desde lo que no es humano. Los invito a darle play. Quizás no haya un final feliz. O tal vez sí. Pero seguro, seguro, hay algo que todavía podemos sentir.
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